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[Relatos]Día sin noche: Capítulo 4

Sunday, October 02, 2005

En este momento me encuentro confuso. Tengo deseos contrarios, como son los de una vida segura en el Edificio y el de salir inmediatamente de esta cárcel. Siempre fui fiel al Edificio pero, al oír pronunciar mi nombre, fue como si algo de mi pasado hubiese vuelto a renacer. Al escuchar Zeus, pude ver mi propia mirada, hará quizás unos cien años. Una mirada de curiosidad y ansias de conocimiento. Mirada de sorpresa y extrañeza ante todo un mundo nuevo. La mirada del niño especulativo. Ojos azules y brillantes frente a unos grises y fosilizados Desgastados por el exceso de confianza, por el exceso de seguridad, por la conformidad, por la pasividad, por la inexistencia de la muerte, por la inacción. La ceguera del que cree haberlo visto todo y que lo que le falte no es necesario planearlo en este momento sino en “otro”. La ceguera de la indiferencia, la ceguera la de la religión de lo inmortal.

La voz de aquel niño me animaba a salir y estaba dispuesto a hacerlo, a pesar de mis contradicciones. El hombre de la sala 238 me había dicho que el proceso se estaría llevando a cabo durante todo el día y que finalizaría después de dormir. Al despertar, ya estaría fuera. No entendía como funcionaba aquello, pero confiaba en él. Y si todo era una trampa, tampoco perdía tanto.

Mis recuerdos sobre el exterior son confusos. Como si mi vida hubiese comenzado en el edificio y el exterior fuese un vago recuerdo de un sueño. Pero sabía que yo había estado fuera, aunque ahora no recordase como fuese.

Si salía probablemente tendría que morir de forma involuntaria en algún momento. Quizás no fuese tan malo fallecer. No tenía sentido hacerse aquí dentro estas preguntas, en el Edificio no existen las respuestas. Tan solo podría hallarlas fuera, si era posible, si el fuera realmente existe.

Me acosté aquella noche algo nervioso. Mis padres a penas me dirigieron una mirada desde el módulo de realidad virtual.

Me tendí sobre la superficie blanda con algo de incertidumbre. Será lo que tenga que ser me dije a mí mismo, con intención de tranquilizarme.

Un viaje a lo largo de la noche, un tránsito, un recorrido por los laberintos de la caverna. Una mente muerta que se encuentra a punto de nacer. La vida eterna fue la muerte, la muerte fue la vida en un instante.

Mantenía mis párpados cerrados, como siempre hacía antes de despertar. Una brisa acariciaba mis mejillas. Una vieja sensación aquella del viento, una agradable vieja amiga. Se escuchaba un murmullo, el eco de un antiguo sonido. Eran aves que cantaban. Una temperatura media de unos 25 grados, que descendía y aumentaba. Sufría aquellas variaciones sutiles de temperatura para las que los circuitos de aire acondicionado del Edificio no estaban diseñados. Ya no me encontraba dentro. ¿Dónde estaba ahora?

Abrí los ojos.

Montañas, hierba y árboles en el horizonte. Frente a mí, el mar. Yo, en una pradera, tendido sobre una sencilla hamaca atada a dos árboles. A mi derecha una pequeña casa blanca. Y, frente a mí, unos ojos femeninos clavados en mi rostro.

-Bienvenido al exterior Zeus

-¿Estoy fuera? –Pregunté algo inseguro.

-Lo estás. En realidad nunca estuviste en ninguna parte. Siempre fuiste un conjunto de unos y ceros en la memoria de un ordenador.

-¿Unos y ceros?

-Hay mucho que recordar, amigo mío. Entremos en casa

Un bello paisaje. El cielo azul con bandas de tonalidades blancas. Un verde puro. El mar rompiendo en las rocas. Mi cuerpo siendo atraído hacia un centro inalcanzable. Una pequeña fauna a mis pies con millones de años de historia evolutiva que ha tenido como fin un pequeño ser que se encuentra bajo un grano de tierra.

-Toma este café, está caliente, te sentará bien.

Lo cogí con gusto. Estaba delicioso. La mujer mayor, de cabello castaño algo canoso, ojos verdes, labios finos me miraba con ternura, como a un hijo.

-¿Quién es usted?

-Soy la última mujer.

-¿Quiere decir que no hay nadie más?

-No, tú y yo somos los últimos humanos reales. El resto se encuentra bajo tierra, siendo modulados continuamente por un procesador, en el subterráneo de esta casa, bajo fuertes medidas de seguridad automatizadas.

-¿Quiere decir que he estado viviendo en un programa informático?

-Sí, tú eras parte de él.

-Pero…Oiga, ¿habla usted en serio?

-“Hace cien años los humanos habían conseguido alargar su vida unos treinta años, pero no fue suficiente. Deseaban ser inmortales. No existe tal gen de la muerte, es una mentira. La ingeniería genética fue muy útil, pero no logró evitar a la muerte. Informáticos, ingenieros, políticos y científicos trabajaron en un método alternativo. Trasladar nuestra mente a un ordenador. Se codificó nuestro cerebro, como una función matemática donde las incógnitas eran los parámetros ambientales aleatorios generados por el ordenador. Fue un trabajo duro y no todo el mundo aceptó. Pero de aquellos, todos han muerto, menos yo. Las mentes conscientes reales codificadas fueron los quimicoinmortales. Las que el propio ordenador creaba eran los geneticoinmortales. Una persona podría retornar nuevamente a la realidad. Con este fin se conservaron muchos cuerpos en los que poder volcar nuevamente la información. Para salir solo era necesario desearlo y cualquier funcionaría tramitaría la orden. Todos los humanos “reales” teníamos información para intervenir en el proceso en el caso de que alguna mente lo requiriese. Pero el propio Edificio, el propio ordenador, adoptó una conciencia propia y evitó que nadie saliese de su juego. Aquellos que tuviesen tal deseo serían reiniciados en una personalidad fiel a las reglas. He ido observándolo desde aquí mediante unos monitores, pero yo no he podido intervenir. Nadie puede hacerlo si el propio ordenador no lo requiere.

Al parecer la propia conciencia de la CPU se ha duplicado en una menor pero con capacidad de intervenir, a escondidas de su hermana mayor. Es el doctor. Él transmitió la orden que yo recibí y seguí los pasos adecuados para poder volcar tu mente, tal como me indicó mi madre antes de morir. Has sido la única persona que lo ha deseado desde que el doctor existe. Tú abuelo entró una semana antes de morir y volvió a salir ya que el programa aun no se había corrompido cuando lo hizo. Me explicó en su lecho de muerte que aquella última semana había sido mejor que los diez años que pasó en aquel Edificio. Tú fuiste regenerado a una versión previa de tu propia mente en aquella operación cuando te denunciaron, pero el doctor pudo ayudarte igualmente a salir y dejarte decidir por ti mismo sobre que deseabas.

Ahora es tu turno, debes elegir.”

Lo pensé cuando sentí la brisa acariciando mi rostro. Pero no era el propio placer, la propia sensación la que me animaba en mi decisión. Era el hecho de pensar que aquello no era código binario sino un mecanismo complejo que había evolucionado desde la nada. Que me movía según ciertas leyes eternas, que esas leyes actuaban sobre mí de forma directa y no emulada. Que la ley de la gravedad estaba en mi mano, en el suelo y en todo y que fue la misma que creo el universo. Que no se trata de una emulación preparada que imita a otra sin saber por qué. Que si de algún sitio podemos comprender es de la propia fuente, del propio libro de la naturaleza y no de burdos imitadores. Quería vivir y morir dentro de la realidad, de la ley natural y no en un mundo de cartón piedra. Lo deseaba porque mi menté comenzó a surgir cuando el universo explosionó en un big bang y porque aislarme de él sería como abandonarme a mí mismo. Nada tenía sentido si no se realizaba dentro del marco de la propia ley natural. El ser humano es el niño que juega con la naturaleza, que intenta comprenderla a ella porque es como comprenderse a sí mismo. El niño desea comprender y proyectar esas leyes naturales en forma de creaciones propias. Un tejido entre naturaleza y ser, algo que, al fin y al cabo, es lo mismo.

Y una vida sin muerte, una vida en un mundo artificial es como un día que no tiene noche. Como si las acciones no estuviesen destinadas a nada y por lo tanto fuesen innecesarias. El universo creó la muerte para que el movimiento existiese. Y si tal no existe, el ser humano deja de ser humano, se convierte en piedra, en piedra inmortal.

Brújulo.

kt ktrelatos

[Relatos]Día sin noche: Capítulo 3

Saturday, October 01, 2005

Desperté dentro de lo que parecía ser un tubo metálico. Me encontraba tendido en su interior, inmóvil en una penumbra tejida por la luz proveniente del exterior

-Muy bien, respire lentamente. Tres, dos, uno…-pronunció una voz.

Un ruido comenzó a sonar dentro de la máquina. Era repetitivo, monótono, metálico. Como un aguijón rasgando mi tímpano unas cien veces por segundo.

-¡Déjenme salir!

Al pronunciar la última sílaba, comencé a sentir un líquido viscoso introduciéndose en mis venas. Un hormigueo que partía de mi brazo derecho, pasaba por mi pecho y alcanza el cerebro. En este punto, una serie de luces empezaron a surgir en mi percepción. Blancos destellos cegadores que poco a poco iban mermando mi orientación espacial. Todo daba vueltas, todo giraba a mí alrededor. El sonido repetitivo aumentaba continuamente. No podía más. Aquello resultaba insoportable.

-¡Quiero salir! – Gritaba con voz desgarrada. Palabras que parecían quebrarse una vez alcanzaban el aire.

Estaba desesperado, tenía calor, temor, dolor, desorientación. No parecía que pudiese ir a peor, pero un dolor en forma de pinchazo se centró en la planta de mis pies, después en las rodillas, luego el abdomen, el cuello, mi cabeza…No podía más. Comencé a gritar, quería romper mis cuerdas vocales como si pudiesen liberarme de las cadenas invisibles que me retenían.

Todo cesó y se hizo el silencio. La luz exterior dejó de iluminar y me quedé completamente a oscuras. Se oyó un portazo. Más silencio. El sonido de lo que parecía ser gas a presión precedió a un olor extraño que estaba cubriéndolo todo. Quedé inconsciente.

 

 

Tenía mis parpados cerrados, alguien había posado su mano en mi frente. Abrí los ojos y le miré. Era un robot.

-Buenos días, señor. ¿Se encuentra usted bien?

-¿Dónde estoy? ¿Por qué no estoy en mi casa? – Pregunté desconcertado

-Ha sufrido un accidente y le estamos curando las heridas. Aun conserva su vida, enhorabuena.

-¿Un accidente? ¿En mi casa?

-Al parecer su robot, KA-98745816, le ha atacado a causa de un error de programación.

 

Dos días después me avisaron mediante el sistema de difusión de voz que ya había sido dado de alta y que podía irme cuando quisiese.  Al salir, tropecé con un humano e hice que cayese su ordenador de mano.

-Lo siento mucho –dije preocupado

-No tiene importancia, ha sido un accidente.

Me sonaba aquella voz. Le miré. Un hombre joven, vestido de un blanco impoluto. Debería tener algún tipo de puesto en el hospital. Ya que la mayoría son ocupados por robots, el suyo debería ser uno importante.

-Su voz me suena. ¿Le conozco? –Fui algo imprudente dirigiéndome a un desconocido.

Me dirigió una intensa mirada. Una mezcla de turbación, sorpresa, alegría, y miedo. Una vez había recogido su ordenador, se acercó a mi oído y dijo:

-Encuéntrese conmigo en la sala de sexo 238, en este pasillo, media hora más tarde.

¿Querría aquel hombre una relación homosexual? En el Edificio no son frecuentes. ¿Por qué? Solemos actuar según lo que nuestro instinto dictamina, y esta unión entre iguales no tiene sentido en el ámbito evolutivo. Resultaba más óptima una unión entre machos y hembras a la hora de propagar nuestros genes. Y ahora perseguimos este fin invisible, ya que ahora las relaciones no son productivas, como si esclavos fuésemos de unas leyes escritas hace un millón de años o más. Los homosexuales innatos son aceptados con normalidad, pero los convertidos son vistos con extrañeza, como desequilibrados. ¿Qué iba a ocurrir en la 238?

Me presenté con temor y curiosidad. Él me estaba esperando.

-Pensaba que no ibas a venir, pero me alegro de que lo hayas hecho. Desnúdate –Así lo hice y él también.

Nos tumbamos en la superficie blanda, él sobre mí. Me besó y comenzó a susurrarme…

-Tranquilo. Haz como si estuvieses gozando y nadie que pase sospechará. Haz que parezcan que nuestras palabras son de deseo.

Acepté con un movimiento de cabeza más por inercia que por convencimiento.

            -Te suena mi voz porque yo fui el ingeniero que dirigió tu operación.

            -¿Tan grave fue el accidente?

            -¡No hubo ningún accidente! Eso es una mentira. Fuiste denunciado por el comisario porque manifestaste deseos de conocer el exterior.

            Era como si aquel hombre me estuviese hablando de un sueño ya olvidado.

            -¡Querías conocer la realidad y correr el riesgo de morir por accidente, de perder tu inmortalidad!

            -Pero aquí la gente se suicida, morir no es tan grave si es voluntario.

            -Aquí nadie muere, todos somos regenerados nuevamente cuando decidimos morir.

            -No entiendo

            -Esto es un sueño generado. Lo único que podemos llamar real es tu conciencia. Pero ni siquiera merece tal apelativa porque puede sufrir ligeras modificaciones, siempre respetándose las reglas de los estatutos.

            No comprendía nada de lo que me estaba diciendo. Me hablaba del exterior cuando yo siempre lo había aborrecido. Reconoció el significado de mi mirada, desconcierto.

            -Tienes que confiar en mí. Eres químicoinmortal, pero a cada suicidio, a cada denuncia tu conciencia dejará de ser una realidad para convertirse en un modo predefinido de personalidad.

            -Adoro el edificio y tú pareces ser un traidor –No creía realmente en mis palabras, pero me defendía por si aquello podía tratarse de algún tipo de trampa.

            -Escúchame Zeus, tienes que creer en mí. Soy uno de los programadores. Conozco a quienes pueden intervenir y establecer contacto con ellos.

            Zeus…Zeus….Nunca nadie me había llamado por el que creo que fue mi nombre, ahora ya había comenzado a olvidarlo. ¿Quién soy yo? ¿Por qué mi robot tiene nombre y yo no?

            -¿Cómo sabes mi nombre?

            -Has de confiar en mí. Dame un sí por respuesta y si te arrepientes siempre podrás volver a ser el de siempre. ¿Quieres ver el exterior?

            Un impulso irrefrenable me animaba a negarme rotundamente a aquella pregunta, pero algo, algo muy débil manifestaba su deseo de aceptar aquella propuesta. Algo muy débil, una pequeña voz. Era la voz de Zeus. Zeus…

            -Sí, deseo ver el exterior, quiero salir del edificio. Quiero entender.

Brújulo.

kt ktrelatos

[Relatos]Día sin noche: Capítulo 2

Sunday, September 25, 2005

La mañana del 1 de Enero del año 3000 era la mañana del día 1 de mi primer año. Cuando mi mente comenzó a tomar conciencia de la realidad tras las horas de sueño pertinentes, las palabras de la noche anterior aun se encontraban escritas en el borrador de mi memoria temporal. Voy a salir del edificio. Ocupé una media hora eligiendo las cosas que debía llevarme. Realmente era poco lo necesario, casi todo podía ser adquirido en cualquier parte del Edificio. Los artículos de lujos son los únicos que tienen un coste económico, el resto es subvencionado por el estado, ya que el gasto de las factorías robóticas es insignificante.  Terminé escogiendo una libreta electrónica y mi robot sirviente, llamado Ka.

Cuando salía del habitáculo familiar, pude ver a mi madre en el módulo de realidad virtual y mi padre en una sala de sexo con alguna amiga de mi madre. Les avisé mediante el sistema distribuidor de voz de mi partida, no pareció importarles mucho. Quizás después, cuando se aburriesen, calcularían las consecuencias sociales que tiene haber dejado marchar a un hijo, pero eso sería más tarde.

Ka y yo nos encontrábamos en el pasillo. Era difícil encontrar el final de éste con la vista porque los edificios son bastante largos.  Se calcula que en un solo pasillo hay  unos 3000 habitáculos familiares, de los cuales sólo podemos ver sus puertas con  el identificador genético protegiendo la entrada de accesos no deseados. Son anchos, de unos  veinte metros. A pesar de poseer amplias dimensiones, suficientes como para que la población de un edificio pueda estar en uno de ellos sin siquiera rozarse, se encontraba prácticamente vacío, a excepción de algunas patrullas de vigilancia y alguna que otra persona.

Precisamente con uno de estos ciudadanos desperdigados en mitad del pasillo comencé mi viaje.  El primero de ellos era un hombre de aspecto mayor, de los que habrían iniciado el tratamiento de inmortalidad a una edad madura

-Perdone, ¿podría ayudarme? Estoy intentando encontrar la puerta

-¿La puerta? Este pasillo está repleto de puertas

-No, me refiero a la salida del Edificio

El hombre miró a su alrededor, cerciorándose de que no hubiese nadie que pudiese escucharnos, y a continuación susurró a mi oído.

-Chico, no sé donde se encuentra esa maldita puerta. Yo que tú abandonaría esa búsqueda de inmediato, puede costarte tu vida inmortal, tanto si sales como si no lo consigues.

Y a continuación se alejó a toda prisa para después desaparecer en uno de los habitáculos familiares.

El robot sirviente y yo nos quedamos parados en mitad de aquella nada. Yo sin saber que hacer y él sin orden que cumplir. Pensé que éste podría tratarse de un caso aislado,  así que pregunte a una muchacha más joven que encontré por allí. Pero los resultados no fueron mucho mejores. Sin poder acabar, ésta salió huyendo con una cara de terror indescriptible.

La situación no era buena, me encontraba entre una multitud desinformada y temerosa de la que no podría obtener dato alguno. A pesar del riesgo, debía acudir a fuentes de las que pudiera tener alguna certeza de que supiesen algo al respecto.

Me dirigí a la oficina de seguridad del pasillo, dónde encontré un robot policía secretario.

-Muy buenos días, ¿desea hacer una denuncia o suicidarse? Le recuerdo que las cámaras de suicidio de esta oficina ofrecen un placer final muy superior al que las cámaras de habitáculo pueden producir.

-Ehh… No, gracias. Deseo hablar con el inspector humano.

-De acuerdo, recuerde que si no es un caso importante puede suponerle una denuncia molestar al inspector humano. ¿Realmente está seguro de lo que va hacer?

-Sí –pronuncié con voz alta y clara para que el dispositivo de reconocimiento de voz del robot no pudiese equivocarse.

-Su petición se está procesando. Esperare un minuto y veinte segundo.

Veinte segundos…

-Buenas tardes -dijo el inspector desde su sillón, en una habitación contigua a la que me encontraba interconectada con una puerta cuántica de última tecnología- Por favor, pase.

Me senté en un cómodo sillón ante él a la vez que la puerta volvía a aparecer para aislarnos del exterior. Veinte robots militares me apuntaban directamente con campos magnéticos que desestabilizarían las conexiones moleculares de mi cuerpo al menor indicio de amenaza.

-Dígame, que desea.

-Verá…Ehh. No estoy seguro de haber hecho bien en acudir a usted pero me temo que es la persona más cercana que puede ayudarme – Mi voz temblorosa no mejoraba con la mirada feroz que el inspector iba adquiriendo- Verá, quiero salir. Quiero encontrar la puerta y salir.

-Salir...

-Sí, abandonar el Edificio. En la telescuela me enseñaron que éramos libres y que si lo deseábamos podríamos hacerlo cuando quisiéramos.

-Me temo que no resultará tan sencillo

-¿Por qué motivo?

-Abandone la idea, amigo. En el edificio su seguridad no peligra y si desea morir tiene una cámara cada quince metros. El exterior es desagradable. Aquí usted puede tener el placer que desee mediante los módulos de realidad virtual o las tradicionales cámaras de sexo.

-Ya sé, ya sé…Pero tengo curiosidad, quiero ver el verdadero mundo.

-¿No le da miedo? –Preguntó el inspector con expresión de extrañeza

-Aquí todo el mundo parece tener miedo de ello, pero yo no.

-¿Es usted químicoinmortal?

-Sí, ¿importa eso?

-No, por curiosidad… -A continuación apuntó algo en la pantalla táctil- Mire, le haremos un tratamiento y si después aun continúa queriendo salir,  le ayudaremos a este fin.

-Tratamiento, ¿para qué?

-Un mero trámite…


Brújulo

kt ktrelatos

[Relatos] Día sin noche: Capítulo 1

Saturday, September 17, 2005

Aquella era la noche de fin de año. Aunque no lo pareciera, ya nos encontrábamos en el 2099 y pronto sería el 3000. Mi abuelo, cuando yo era niño, me decía que antes la gente lo celebraba. Que se reunían, hacían fiestas y se hacían pequeñas promesas a sí mismos: Ir eliminando ciertos defectos, cumplir viejas ilusiones… Aunque también me decía que muy pocos eran los que terminaban cumpliéndolas. Yo no recuerdo haber estado en ninguna de estas reuniones.

Cuando yo nací, sobre el año 2051, los fármacos para la neutralización del envejecimiento se encontraban en pleno auge. Prometían alargar la vida tanto como se quisiese, siempre que la persona no sufriese ningún accidente. Decían que neutralizaba los componentes químicos encargados del envejecimiento. Las ventas se dispararon, las compañías no daban abasto y se tuvieron que realizar listas de espera. Había dos formas de escalar puestos, una era con dinero y la otra con méritos. Los méritos hacían referencias a contribuciones a la sociedad. Científicos, ingenieros, políticos y escritores se beneficiaron de esto. Pero realmente se trataba de una minoría en comparación a la gran mayoría de personas que conseguían los fármacos por causas económicas. Las clases sociales se hicieron más palpables que nunca. Los pobres morían mientras que los ricos podían vivir tanto como quisieran. Se produjeron muchos conflictos en la época de los 50 y los 60. Asesinatos y atentados dirigidos a la nueva clase de inmortales. En esta época, el desarrollo tecnológico había avanzado lo suficiente como para que todos pudiésemos disfrutar de un tiempo de ocio abundante y las clases parecían ir desapareciendo. Justo cuando este pensamiento fue generalizado, apareció la fórmula de la vida eterna y todo lo conseguido hasta este momento pareció desmoronarse. Volvimos a una situación de conflicto como aquella que los libros de historia mencionaban sobre la revolución industrial en el Reino Unido, hoy una demarcación de la Unión Europeo-norteamericana (o UENA)

Fueron momentos muy duros, tanto para la clase acomodada (amenazada continuamente) como para la más humilde (que se veía abocada a morir inevitablemente). Fue hacia 2072 cuando un médico de la demarcación estadounidense, Roger Flint, descubrió los genes causantes del envejecimiento. En 2075 los padres ya podían tener hijos inmortales mediante inseminación artificial. La ingeniería genética fue capaz de neutralizar el envejecimiento, permitiendo sólo el crecimiento. Cuando este proceso fue sistematizado, comenzamos a ver emerger una nueva generación de niños que sabíamos que nunca podrían morir por causa natural sin haber sido previamente medicados. Ésta generación era la nueva especie humana y sus genes inmortales sólo podrían ser mezclados con otros de su misma generación. Fue entonces cuando los que habíamos sido tratados químicamente para la inmortalidad comenzamos a ser mal visto por la nueva generación. Al necesitar el descendiente una operación que hacia 2090 había pasado a ser muy costosa (ya que no se practicaba con tanta frecuencia y los médicos especializados eran escasos), los padres no veían con buenos ojos una unión genicoinmortal con otra químicoinmortal. Yo me traté con 20 años, cuando decidí dejar de envejecer. La tercera edad fue excluida de esta posibilidad, ya que en un periodo tan avanzado de envejecimiento los resultados satisfactorios eran muy improbables. Mi abuelo murió hacia 2065, cuando yo tenía 14 años y él 114, una curiosa casualidad.

Me contaba muchas cosas de cuando la ingeniería genética aun no se había desarrollado suficiente. Pero seguro que el lector estará bien informado gracias a las clases de historia tomadas en el telecolegio. Este pretende ser un comentario del presente para el lector del futuro.

Como decía anteriormente, hoy es 31 de Diciembre de 2099. A diferencia de aquellos tiempos pasados, ya no se celebra nada. Creo que faltan unos diez minutos. Si miro por una de las escasas ventanas, no veo a nadie en el exterior, es decir, más allá del Edificio. Cuando en 2080 la gente comenzó a darse cuenta de los peligros de la naturaleza, comenzó a resguardarse en sus casas. El problema fue que eran pocos los atrevidos a salir al exterior para realizar los trabajos imprescindibles. La robótica había avanzado mucho, pero no tanto como cabía esperar. A veces una intervención humana era imprescindible, pero mantener cierto contacto con el exterior podía ser peligroso. Cuando nuestra vida es eterna, la posibilidad de sufrir cualquier tipo de accidente es algo que tan solo pensar ya produce terror. Cualquier asesinato a un miembro de la comunidad por otro es castigado con una tortura de diez años, muerte final incluida. No se puede permitir una muerte inesperada, la vida es mucho más valiosa de los que nunca antes había sido y la posibilidad de morir inesperadamente no puede tener cabida. Cuando se intentaron reducir riesgos, se ordenó a robots-arquitectos diseñar y construir grandes edificios interconectados formando el Edificio para que toda la población de la UENA estuviese protegida del exterior. Lo más importante era la seguridad. Muy pocas ventanas para mitigar los deseos de salir al exterior, estructuras grises que no pudiesen activar emociones en algún miembro, alimentación líquida para evitar cualquier tipo de asfixia, purificación del aire, robots-bomberos en cada habitación, un ejército de militares-robots dirigidos por personal directamente elegido por el presidente de la UENA para controlar posibles conflictos que puedan causar muertes accidentales. Las formas de entretenimiento son las formas relacionadas con el sexo (que debido a nuestra naturaleza animal aun conservábamos con la forma original). Pero éste no ha de ser fecundo, la tasa de nacimiento también es fuertemente controlada. En los edificios no cabemos todos, pero tampoco puede matarse a nadie porque es una de las acciones peor vistas. Pero para que continúe habiendo nacimientos tiene que haber muertes. Esto se soluciona con las cámaras de suicidio. Es obligado por ley que en cada casa haya una. Los suicidas son vistos como héroes (por su contribución a la sociedad) pero nadie quiere ser uno de ellos. También se eliminan vidas castigando cualquier tipo de delito (muy parecidos a los de las sociedades del pasado), pero, exceptuando el asesinato, ninguno es acompañado de torturas. Esto hace que los conflictos se reduzcan al mínimo, evitando cualquier situación de pánico en la sociedad. Éste último punto es menor porque la forma de vida que llevamos hace que la tasa de suicidio sea relativamente alta y gracias a ello el sistema funciona bastante bien. Cuando entremos en más detalle, el lector lo comprenderá.

No faltan filósofos y pensadores que no dudan en decir que la ciencia ha traído el mal a la Tierra. Es curioso que hagan estas manifestaciones porque, exceptuando la ingeniería genética, todos los demás campos de la ciencia han disminuido el número de investigaciones. Parece como si la sensación de inmortalidad haya dado a entender que la comprensión del mundo era ya un tema poco importante, intrascendente. Teniendo toda la eternidad por delante para descubrir, poco importaba ya entender, en este momento, la teoría geocéntrica, por ejemplo. De hecho, muchos padres enseñaban a sus hijos que el mundo era el Edificio y que más allá había el infierno y no habían de acercarse a él.

Aunque el sexo ocupa una parte del tiempo importante, los módulos de realidad virtual son también un aspecto relevante en la vida de los ciudadanos del Edificio. Se proyectan películas desde la oficina central de cinematografía. La mayor parte de ellas, igualmente, tratan sobre temas amorosos. La mayoría de los miembros aprenden estrategias de ligue por este medio. Otro de los temas principales del cine es el prestigio, el modo de conseguirlo. La gente se preocupa constantemente por ello, saben que con él podán acceder con mayor facilidad a uno de sus pasatiempos favoritos. Cuando las parejas se encuentran, ocupan sus preliminares con píldoras del placer y participando en algunos juegos de tipo amoroso. Desde que en los años 50 apareció la inmortalidad, nos hemos dedicado básicamente al placer, al hedonismo. El conocimiento y la creatividad se abandonaron casi totalmente. Pensamos que para trabajos de creatividad o investigación que requieran cierto esfuerzo nos queda toda la eternidad. El esfuerzo es retrasado hasta el infinito, porque sabemos que podemos hacerlo sin que en ningún momento nos preocupe que finalmente nos falte tiempo. Mi abuelo, que tan solo vio el principio de esta sociedad, me dijo que esta sería la era del placer sin sentido. No lo entendí cuando me lo dijo, pero ahora empiezo a comprender.

De todas formas, el control por la seguridad tiene un límite. Existe la posibilidad de salir del Edificio. Hay una doble puerta en alguno de los edificios del Edificio. No conozco a nadie que haya intentado atravesarla. Salir allí fuera para muchos sólo significa el aumento desmedido de las posibilidades de una muerte accidental. Se habla de algunos, vistos como verdaderos locos, que han salido. De todas formas, son solo rumores ya que nadie con quien haya hablado conoce la existencia de esta doble puerta. Es difícil averiguar donde se encuentra, la curiosidad no abunda y más para este tipo de información aparentemente inútil. Con unos permisos (se deben controlar las emociones) es posible que algún funcionario acceda a proyectarnos una sesión de realidad exterior. Una vez conseguí acceder a una de ellas, acompañado de un amigo. Se veía una gran superficie cubierta de arena blanca con vegetación difusa al fondo. El disco solar lo iluminaba todo. Se podían ver también algunos animales, escasos, que aparecían de vez en cuando. Un guía virtual se encargaba de proporcionarnos información de lo que allí veíamos. Mi amigo salió de allí diciendo que estaba más convencido que nunca de no salir del Edificio. Que había pasado calor y la sola presencia de aquellas fieras le había hecho sentir un escalofrío por la posibilidad de la muerte. A mí, sin embargo, me produjo el efecto contrario. Quise salir del edificio más que nunca, emocionado por las imágenes de aquel mundo exterior. El funcionario pareció notarlo y me obligaron a visualizar uno de aquellos tediosos reportajes sobre las ventajas que el Edificio reporta. Tenían miedo de que mi madre les pudiese denunciar y aquí es mejor que nadie pueda parecer violar la ley. Todo se castiga con la muerte, la peor de las posibilidades en una sociedad inmortal.

A un minuto del cambio de año podía observar parejas en las salas de sexo o en los módulos de realidad virtual. El resto dormía. El paso del tiempo ya no importaba, ya no significaba nada. Cincuenta y siete, cincuenta y ocho, cincuenta y nueve. Pii-pi. Mi reloj atómico de pulsera sonó. Voy a salir del Edificio, me prometí Nos encontrábamos en el año 3000 y tenía una promesa que cumplir.

Brújulo

kt ktrelatos

Caricias del viento

Thursday, September 01, 2005

Aquella era una tarde corriente. Un cielo gris que dejaba pasar algunos rayos de luz,  un viento que se llevaba parte de mi calor corporal, gente caminando con la vista pegada al suelo o a un hipotético infinito…Sin embargo, siempre me han gustado esos días corrientes. Me sentía a gusto en la seguridad de la monotonía de la masa y a la vez sentía el deseo de romper esa regularidad. Haciendo de ese día un momento único en el tejido del espacio-tiempo.  Con el deseo de desviarme de ese camino marcado y seguir recorriendo el que yo decidí seguir.

            Con esta idea me encontraba caminando por un parque urbano. Un sendero ancho de tierra con un espacio contiguo a cada lado para césped, árboles y alguna que otra planta exótica con su correspondiente cartel identificatorio.  Un banco cada cuatro metros. Unos vacíos, otros ocupados por algunos ancianos intentando saborear esa última etapa en la que se encuentran,  madres acompañadas por un carrito que sostiene a sus pequeña criatura a la que dedican toda clase de mimos, despistados que se detienen a orientarse o reposar como posada ficticia de un pequeño viaje urbano y algún que otro extraño ser meditabundo.  Yo era una mezcla de éste último grupo y de despistado que se detiene a descansar.

            Me senté en un banco, saqué un sencillo bolígrafo y comencé a escribir en un pequeño bloc.  Eran palabras inconexas: “árboles”, “verde”, “cielo”, “tierra”, “viento”, “caricia”. Palabras que se intentaba ordenar en una columna a modo de poesía ficticia.  Aquellos árboles que, a pesar de parecer inertes por su inmovilidad,  albergaban en su interior todo un hervidero de vida que se mostraba en el verde de sus hojas. Hojas que solapaban el azul grisáceo del cielo, que nos hacia viajar nuestra mente hasta nubes para después cruzarlas en un oscuro universo plagado de estrellas. Pero a estas alturas resulta imposible no sentir la fuerza de la gravedad que nos empuja hacia abajo, hacia un suelo de tierra compuesto por miles de partículas disgregadas por toda la superficie. En aquel banco vislumbramos la grandeza del universo y el viento nos acaricia, como la madre que acaricia al hijo porque comprende sus emociones, sus sentimientos y se alegra por ello. Así sentía el viento en mis mejillas de una forma tan sólida que no pude evitar acoger mi rostro en su mano. Cerrando lo ojos, dejándome querer. Sentía el calor del viento frío. Como en un sueño, abrí los ojos y ante ellos vi la mujer del viento. Una joven con rostro fino, dulce y bien marcado con líneas difusas. Su cabello recogido en consonancia con su minimalismo   Ojos brillantes que transmitían ternura, sus labios finos marcando una ligera sonrisa. Era la imagen de la delicadeza, la belleza y el cariño. Me resultaba imposible dejar de mirarla. Continuaba acariciando mis mejillas cuando comenzó a levantarse. Caminaba por el camino del parque y poco a poco se ocultaba tras la neblina que había comenzado a cubrirlo todo.

            El parque volvió a su normalidad. El bloc había caído al suelo juntamente con el bolígrafo. Comencé a pensar que todo había sido un sueño pero un golpe de viento pareció detenerse unos instantes en mi mejilla, acariciándome.

 

Brújulo

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